miércoles, 28 de febrero de 2007

Érase ninguna vez

Esto no es ningún cuento. Es una imagen, la de una señora que andaba de noche con un bolso negro a la espalda y unos tacones sonantes sobre el asfalto sin asfaltar de una carretera de mi pueblo. Era verano, como casi siempre que recuerdo, y la madrugada prometía ya pocas cosas, era sincera: en eso se diferencia de la noche. Los muchachos se habían largado a sus casas, yo quedaba en pie con un vaso en la mano y un amanecer en la otra, dando tumbos por las esquinas, los borrachos somos los nuevos serenos, los que están serenos están locos. Ya sabéis de qué hablo. Y en uno de los bandazos la encontré, a la puta, la que se pone en la carretera del cementerio. Poca gente frecuenta esos lugares, sólo necrófilos, poetas y puteros. En mi pueblo no hay necrófilos ni poetas. Y ella volvía al tajo, bolso y tacones, haciendo sonar la madrugada al ritmo de su tic tac, bamboleando la carretera al compás de sus primeros balanceos de cintura, una cintura entrada en carnes, madura por los coitos repetidos hasta la saciedad, una cintura putísima y triste, prisionera dentro de una estirada tela color de animal, como animal copulatorio era ella, mi puta, la de mi pueblo.

Cuando llegué a la esquina y la vi, ella enfilaba la carretera, hacia las afueras, y allí, bajo las farolas de luz anaranjada, el camino se perdía en una curva lejanísima, o quizá la curva estaba en mi vista, en mi ginebra, y no en el camino; lo cierto es que la puta comenzaba a andar la carretera de espaldas a mí y yo, apoyado en un semáforo, me quedé paralizado al ver la estampa. Oh, sí, aquello era una buena postal, qué queréis que os diga, una buena imagen, ya he dicho que esto no es un cuento, y no sé por qué oscuras jugarretas de la memoria recuerdo la carretera mojada en agosto, quizá una tormenta de verano, y la recuerdo a ella sonando sobre el suelo húmedo y caliente, precisamente los dos adjetivos que debería fingir esa noche, todas las noches. Sus piernas, manchadas de madrugada, eran robustas, frutales, apetecibles, y la mano que no cogía el bolso iba y venía haciendo arcos en el aire, como una niña, como una niña puta, que es lo que era, así como niño y puto era yo, niño por mirarla borracho y triste, y puto por desearla, por amarla en la noche íntima que a los dos se nos moría sobre nuestras cabezas.

Sé que esperáis que pase algo, pero no fue así. Yo deseé que se diera la vuelta, que me mirara, que me pidiera fuego, algo, que corriera hacia mí loca de amor, gritando palabras soeces, y entonces le habría jurado adhesión eterna arrodillado a sus pies, bajo sus tacones, bajo su falda, bajo su bolso... deseé que la noche nos uniera, el romance de la puta y el borracho, pero no. Ella siguió adelante, toda una vida adelante, y se perdió en la curva, mía o de la carretera, se fue para siempre, tacón y bolso, pelo negro y falda animal, paso lento, infantil y puto, y os juro que me quedé allí, bebiendo y fumando, hasta mucho después de que su figura, ya diminuta en la lejanía, se esfumara por el revés de la carretera, y os juro que es una de las estampas más hermosas que he visto. De algún modo, supongo que sigo en el semáforo, esperando a que ella vuelva, quizá despeinada, quizá demacrada, quizá muerta. Esto no es ningún cuento.

lunes, 26 de febrero de 2007

Leda o El amor verdadero

―Cuánto más la miro, más la deseo ―le dije.
.
―Eso es amor, gilipollas. A tu edad... ―me dijo.
.
―Sólo tengo veinticinco.
.
―Pero ya no se te empina lo suficiente.
.
―Al contrario. Se me empina todos los días.
.
―Eso no es suficiente. ¿Sueñas con ella?
.
―Siempre.
.
―¿Te levantas mojado?
.
―Siempre.
.
―¿Y por qué no os vais a vivir juntos?
.
―Hombre, la gente, tú sabes, ¿qué iba a decir?
.
―¿Qué va a decir? ¿Qué más da? ¿Tú la quieres?
.
―Digo yo que sí...
.
―Pues entonces...
.
―Tiene una mirada tan tierna. Todo lo que hago, lo hago pensando en ella.
.
―Que estás enamorado, gilipollas, te lo estoy diciendo.
.
―Pero no hemos hablado nunca. No puedo estar enamorado así como así.
.
―¿A ti te pone?
.
―Claro.
.
―Coño, pues estás enamorado.
.
―Es que ella no es como el resto. Ya sabes, las mujeres son...
.
―Qué más te dan los demás. Llévatela a tu casa y empieza de cero. Yo lo hice y ya me ves, ya son cuatro años.
.
―¿Y te va bien con Alexia?
.
―Muy bien. No discutimos, tenemos sexo, yo la satisfago, ella a mí también. Y luego, aparte, yo tengo mi vida y ella la suya. Lo mío con Alexia no tiene nada que ver con relaciones anteriores.
.
―Ahora hay amor.
.
―Eso es. Lo supe desde el principio. Yo estaba como tú, hasta que un día me dí cuenta. Los demás son todos unos cabrones que no quieren que seas feliz, y comentan, se ríen de ti, que si fíjate, que si siempre juntos, que si está enchochado. Que se jodan todos. ¿Cómo se llama ella?
.
―Leda. Es preciosa. La amo. Tienes razón. Estoy enamorado y la voy a llevar a vivir conmigo a casa.
.
―Cuando ellas se acostumbran a que salgas y entres a tu aire, ni protestan ni nada. Es la hostia. Es amor ―me dijo.
.
―Lo mío es amor ―le dije.
.

.....................******************


Así que lo hice. Me pasé por el callejón. Alguien me vio llevarme a Leda a casa. Ahora estarán comentando. Pero ya no me importa, porque ahora soy feliz. Hacemos el amor cuando se nos antoja, cuando lo necesitamos. No discutimos, no hay una mala palabra, ni un mal gesto, nada de nada. Todo es amor. Esto es el amor. Igual que lo de mi amigo con Alexia, su gata. Así es lo mío con Leda, mi gata. Cuanto más la miro, más la deseo. Soy feliz y la amo. Nada más.

viernes, 23 de febrero de 2007

El poema de los nombres (Poema XXII de El ángel caído)

Carlota es el nombre de la concha de las tortugas.
El agua fluye entre la palabra musgo
humedeciéndola igual que hace la “ese”
en la sandía.
.
Hay gente que piensa que no puede haber
gallos y barbacoas en las calles.
Pero gallo y barbacoa son dos palabras graciosas,
sobre todo si se dicen a la vez:
gallo y barbacoa.
.
Y existen nombres íntimos,
vocablos de alcoba,
de andar por casa:
pasillo, sombra, sofá, sonrisa,
quizá también madera
y, con toda seguridad, alfombra.
.
Algunas palabras llevan
la marca
de las noches de Bagdag,
de Bagdag en libros, no en periódicos:
lámpara, azul, luna llena,
máscara, tela, tinaja
y, de nuevo, alfombra.
.
Copa es un nombre que se quiebra
contra el suelo,
que es un nombre fresco sobre el que posar los pies,
que son un nombre que duele,
un nombre tierno de carne rosa
o de carne verde,
como las tortugas,
que tienen una concha
cuyo nombre es Carlota.

martes, 20 de febrero de 2007

Unas líneas sobre Atenas

Andan poniendo en el Canal de Historia un reportaje sobre Atenas. Cuando uno ve un documental de ese tipo siente un repentino arrebato que conduce al estudio del tema. Pero luego se pasa, porque cambian de programa o cambias tú de canal. El documental en cuestión es meramente descriptivo, no aparecen los típicos expertos que opinan del tema ni nada de eso. Sólo imágenes y un narrador contando la historia. Dejan bien a Pericles, a los filósofos, a los escultores... Fidias tuvo que largarse de por vida de Atenas después de hacer una estatua de Atenea para el Partenón; la polis nunca le perdonó al tipo el pastón que se gastó honrando a la diosa. Fidias, hoy en día, sería secretario de Estado o director de algún museo, con beca de estudio y restaurante propio. Pero los atenienses eran pocos y se controlaban entre sí. Quizá ése sea el secreto, no ser demasiados. No entiendo, por tanto, qué problema hay en que la cantidad de población disminuya...
.
Pero hablemos de Atenas. Donde Platón corrompía a los menores, ahora pasa el metro. Donde se hacían las vasijas negras y ocres tan famosas y conocidas, que de paso era un barrio de putas, ahora queda un mercadillo. No dijeron qué fue de las putas. Del Partenón apenas quedan unas piedras. Y, sobre todo, el color ha desaparecido. Porque los atenienses lo cromaban todo. Las estatuas, los frisos, las columnas... Debió de ser espectacular, acojonante, la visión de esa Atenas. ¿Qué queda hoy en día de aquello? Casi nada. Y si de Atenas, vienticinco siglos después, apenas hay restos fidedignos... ¿qué quedará de nosotros?
.
El narrador explicó que la industria de las vasijas de aquel tiempo era lo que para nosotros es la industria del coche. Había dinero y prestigio de por medio en la fabricación de esos objetos. Pero, ¿de verdad alguien espera que quede algo de la industria automovilística dentro de veinticinco siglos? Dudo mucho que pasados 500 años sepan nada de los coches ni de los que los perpetraron.
.
Sófocles y Eurípides inventan el teatro. Platón y Aristóteles toman la filosofía oriental y la someten a occidente (de esto no habló el documental, pero lo importante es que hoy sabemos quiénes eran esos dos tipos). Pericles se toma como ejemplo de buen gobernante. Fidias hace maravillas con el mármol en sus ratos libres. Y me da en la nariz que dentro de otros veinticinco siglos, si esto no revienta antes, los que queden por aquí seguirán oyendo hablar de Sófocles, Platón, Pericles, Fidias... Pero nada sabrán acerca de la existencia de Antonio Gala, Guiddens, Bush, Aznar o Moneo... Bueno, de Aznar no se acordará nadie dentro de veinticinco meses.
.
Este planteamiento nos lleva a pensar que nuestra civilización es perecedera, de usar y tirar. ¿Qué vamos a dejar a los siglos? ¿Qué obras nuestras, físicas o de pensamiento, creemos que quedarán? El documental terminaba con una frase acertada: Atenas, la preferida del tiempo. Sí, ¿pero y nosotros? ¿Siglos XX y XXI, la miseria del tiempo, la miseria del pensamiento, la miseria de las miserias? A nosotros no sólo se nos irán los colores, como les ha pasado a las Cariátides, a nosotros es que ni nos van a citar ni en los libros de texto. Y mucho menos si las reformas educativas continúan por el camino que van. (En ese caso, en breve dejarán también de hablar de Atenas).

lunes, 19 de febrero de 2007

Los lunes

Vamos a hablar de los lunes. Es un tema incómodo según los modos de vida que llevamos; para la religión de los últimos tiempos, los lunes constituyen anatema, son innombrables, son los enemigos de la felicidad. Pero los lunes comienzan el domingo.
.
Los domingos por la tarde los metros de las ciudades se pueblan de ejércitos de ociosos que regresan pronto a casa. Callados, en contraposición con las algarabías de la mañana, esas personas ya llevan en la mente el sonido del despertador que ha de levantarlos en pocas horas para volver al trabajo.
.
Hay distintos lunes. Están los lunes de los funcionarios, que deben de ser una especie de vuelta a la misma broma, a una habitación que tiene paredes como las de un huevo, como un útero. Es un sitio seguro el lunes funcionarial, forrado de sueldos fijos y de una tranquilidad que sólo ellos conocen.
.
Los lunes del resto de trabajadores, ese volver al lugar en el que no se quiere estar. Nadie, apenas nadie, disfruta trabajando. Pero hay que tener dinero, hay que hacer cosas que no se harían por gusto, sino porque hay que llenar el frigorífico, hacer frente a las facturas del agua y pagar la casa. Habrá trabajadores siempre que haya deudas. Y necesidades que no son tales.
.
Los lunes escolares. El niño aparenta no entender nada, para que le dejen seguir siendo niño, pero comprende todo. Sabe que acudir al colegio es una obligación, percibe la inutilidad de las horas perdidas y calla, al igual que ve a sus padres callar tantas otras cosas y asumir las incoherencias como el que asume que llueve cuando tiene que salir de casa.
.
Y están los lunes de los parados, que se nos antojan parecidos a un lienzo en blanco que el artista en paro, o el parado presto al arte, ha de rellenar pincelada a pincelada, hora a hora. Inventarse un lunes, una semana, una vida de quehacer donde no hay nada que hacer. El parado se levanta, escucha los sonidos de la calle, que revelan la actividad de los otros, el planeta laboral, y comienza la tarea de hilar las costuras de la nada. El parado odia el lunes porque es cuando recuerda que está parado. Un sábado por la tarde, un domingo por la mañana, todos excepto los camareros somos más iguales, pues el ocio nos une. Pero comienza la semana y separa, como en un juicio final, a diestra e izquierda, a los que trabajan de los que no lo hacen. Y ninguno de los dos grupos es feliz.
.
La prosperidad de una sociedad se mide por la forma en que afronta los lunes, que suponen una radiografía de la miseria. Queda la podredumbre al descubierto en un día en que ni los resultados de la Liga ni las diatribas políticas nos abstraen de este chute de realidad, de esta sobredosis de hastío.

jueves, 15 de febrero de 2007

Ikea

En el Ikea hay de todo. Paseas por sus dormitorios con la sensación de que el dueño de la casa va a salir del baño y te va a preguntar qué carajo estás haciendo ahí, en su cuarto. Te sientas en un comedor y, sin querer, comienzas a mirar la hora con impaciencia porque presientes que allí está a punto de venir alguien con los platos de la comida.
.
El Ikea es de un país nórdico, me parece; y uno siente, mientras recorre los pasillos de esa exposición, que se puede tocar el sueño del Estado del Bienestar, ése que tenemos metido en la cabeza y que aquí se destruyó hace mucho (si es que llegó a haberlo; tendremos que preguntarle a los más viejos del lugar). Lo mismo a esos hombres que sufren las inclemencias del tiempo y que no tienen por costumbre amontonarse en el bar les da por sentarse en casa, mirando la lluvia que no cesa a través de los cristales del salón, y elaboran todo un arsenal de ideas que luego sirve para mejorar las administraciones, los impuestos, los trabajos. Ikea se parece a Idea y puede que eso no sea casual.
.
Resulta muy europeo el Ikea, y es casi lo único que nos hace creer que la UE es verdad, porque, ¿a cuánta gente conocemos que haya pagado con euros en Francia o en Alemania? Esa realidad apenas la hemos comprobado por nosotros mismos. Pero el Ikea sí lo hemos comprobado. Hemos olido la honestidad de sus maderas, nos hemos aposentado frente a los televisores que sirven de excusa para echarse una siesta en unos sillones tan cómodos que parecen sacados de un jaleo pornográfico. Se nos olvida, a la par que nos llenamos las mentes con centros de mesa y alfombras, que eso es una multinacional, que sabrá dios de dónde viene tanto embalaje, que qué manos habrán urdido los mimbres de esas butacas de jardín. ¿Manos infantiles? ¿Manos bien remuneradas? Con tanta lámpara de pinza y tanto estante porta-cds el asunto aparenta ser el lado amable del liberalismo.
.
Pero es lo más barato que hay y sería temerario no ir a Ikea. ¿Temerario para quién? Para las jóvenes parejas, claro, que de eso iba este artículo, ahora que me acuerdo. Porque yo las he visto allí, paseando de la mano, susurrándose secretos de alcoba (de alcoba, de baño, de salón...). Yo los he visto, quizá incluso he llegado a ser uno de ellos en algún momento, porque los amores se distinguen por los lugares que visitan, ¿y quién se resiste a disfrazarse, una tarde cualquiera, de proyecto de marido, señorona, pareja estable, moderna, cultivada y sin prejuicios? Yo he estado allí, mientras ellas, las parejas recién estrenadas, olían los precintos y soñaban que así es como olería su casa. El hogar que tanto les va a costar pagar. Una vida entera. Una eternidad en la que sólo compartirán un rato frente al televisor, cada noche, cuando los dos se junten para hablar de cómo les ha ido en los respectivos trabajos y no sepan a ciencia cierta qué sueldo de los dos es el que está pagando la hipoteca y cuál es el que les está manteniendo la nevera y las vacaciones en agosto. Parece Ikea entonces el libro del futuro y, cada una de sus estancias, la página de la crónica de una muerte anunciada. La del amor y la idea.
.
PD: Y móntalo tú, eso sí, con un destornillador y dos cojones.

martes, 13 de febrero de 2007

Último parte de guerra (de Material de oficina)

“Cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas Nacionales sus últimos objetivos militares. La Guerra ha terminado".
Burgos, Primero de abril de 1939, año de la Victoria,
El Generalísimo Franco.
.
Cautivo y desarmado,
lo último, a tu causa,
lo primo, en tu cuarto,
rendidos mis esfuerzos,
exhausto mi soldado,
me dejas, he quedado
al menos para un rato,
cautivo y desarmado.
.
Sentí el Alzamiento:
“La piel se ha rebelado”,
decían las portadas,
cantaban por la radio.
Grité: “No pasarás”,
muté en miliciano,
me fui hasta tu frente,
luché contra tus manos.
.
Ardían tus capillas,
caían fusilados
mis ojos en tus zanjas,
perdía yo los Nortes,
cruzabas tú mis brazos,
el Ebro te fluía
cabal y autoritario,
y el rojo de mi sangre,
ejército sin mando,
cruzó tus Pirineos
camino del letargo.
Grité: “No pasarás”,
grité, y has pasado.
Y vi, tras tu desfile,
mi cuerpo exiliado.
.
Y sé, más por cautela
que no por serte franco,
que no has de conformarte
con un solo altercado.
La paz que ahora impones
con agua, con cigarros,
tendrá la duración
que tienen mis Ducados:
tu guerra de calores
aún no ha terminado.

viernes, 9 de febrero de 2007

Universos

Estrella de bar.
.
Prestamista, estafador, ¿por qué no embargas al viento?
.
Venderéis, pero no me convenceréis.
.
Yo he nacido. (A Nietszche)
.
En los cristales de las gafas está el alma de quien las lleva.
.
Alfábético: la primera letra griega era del Betis.
.
El atardecer es el despertador de las farolas.
.
Hipócrates era un hipócrita.

miércoles, 7 de febrero de 2007

La pluralidad y los días

Una nueva Gran Reflexión: ¿por qué los lunes, martes, miércoles, jueves y viernes los decimos en plural, acabado en S, y el sábado y el domingo en singular? No es justo. De lunes a viernes, se cuentan las horas, se echan cuentas, se espera la campanada laboral del viernes para llegar a ese paréntesis del fin de semana (weekend para los locutores de radio). Sin embargo, colocamos el plural justo donde más nos duele y dejamos los días de asueto en singular, ahí, solitarios, como si no disfrutáramos del vermut del mediodía sabático o de los suplementos del domingo de los diarios.
.
Cambiemos esto, bloggeros, ¿por qué conformarnos con una pluralidad heredada que no se adapta a nuestro sentir? Estoy de acuerdo en mantener la doble naturaleza del viernes y, por tanto, su plural: el viernes laboral y el no laboral, la deliciosa noche del viernes.
.
De modo que propongo una nueva nomenclatura según la cual la semana quedaría compuesta por: lune, marte, miércole, jueve, viernes, sábados y domingos. Así, serían frecuentes las siguientes expresiones:
.
El lune es una putada.
¡Ya es miércole!
El jueve por la noche sale bastante gente y en Huertas no hay tanto pesado.
¡Hoy es viernes!
¡Hoy es sábados!
¡Hoy es domingos!
Tengo la crisis del domingos por la noche.
.
Si veis que os viene bien, usad esta forma de llamar a los días; la cedo al mundo, desinteresadamente.

lunes, 5 de febrero de 2007

Poema XVII (Tomo 4: El ángel caído)

Amo la ensaladilla de los bares,
las pajas en directo del sofá,
los sombras en abierto, los compares
alérgicos al mal de madrugar;
.
las bragas en el cesto de la ropa,
el incesto entre tinta y papel,
la piel de hielo que visten las copas,
el santo y cruel recelo del infiel.
.
Alabados los sueños del que añora.
Aleluya por las puyas del gen.
Loados los Schwartzenagers que lloran.
.
Benditas sean las migas del mantel.
Benditas sean las horas a deshoras.
Maldito el sudor que huele a gel.

viernes, 2 de febrero de 2007

Fantasmas con currículum

Han repuesto en el Canal Nostalgia una entrevista que Terenci Moix le hizo, hará unos veinte años, a Kirk Douglas. El escritor catalán parecía un niñito gay de Chueca inmerso en la movida de los ochenta, y nadie habría apostado por que él se jubilara de la vida antes que el actor. Pero ya decía la Celestina que la muerte pende tanto sobre el joven como sobre el viejo...
.
Kirk tiene en realidad un nombre eslavo y es judío, la típica historia del pobre hecho a sí mismo en EEUU. Muy bucólico todo y tal. Se mostraba orgulloso de su hijo Michael, también actor, afamado y multimillonario (no sabemos si también el hijo tiene un nombre parecido al de Lenin). Esta mañana vi una película del hijo, y a eso iba. Hacía de un ejecutivo al que la empresa ponía contra las cuerdas debido a un supuesto acoso sexual. Guiones aparte, porque la película está bien contada, hay un momento en el que Michael Douglas está tomando algo con su abogada, cuando pinta en bastos para él y todo hace suponer que va a perder el puesto de trabajo. “Voy a perder mi empleo”, dice, “y me pareceré a esos de ahí fuera: fantasmas con un currículum en la mano”.
.
La película tendrá unos diez años, está ambientada en Seattle y cuenta con la honra de ser ya universal, al menos en la frase del ejecutivo: fantasmas con un currículum en la mano. La forma económica que articula a la mayoría de países del globo (casi diría que la totalidad) tiene varias consecuencias, y una de ellas es que necesita que exista un desempleo que los expertos llaman “paro estructural”. Con este término se refieren a ese tanto por ciento de gente que jamás va a encontrar trabajo. El sistema es el capitalista, por cierto, lo que pasa es que si dices esa palabra el post te queda antiguo. Es que el término y el concepto son del siglo XVI. Se las trae. El sistema está maduro como fruta reventona, a punto de caer del árbol. Esto pueden ser cincuenta o cien años, pero ya han aparecido los primeros síntomas de decadencia, las contradicciones intrínsecas que decía Marx. Karl Marx hizo el siglo pasado un análisis del capitalismo que hasta la fecha ha sido certero. Pero parece que invocar al siglo XIX es más arcaico que vivir según el XVI. Nadie explica esto, sencillamente porque no tiene explicación. Distinto es que las propuestas de Marx, en efecto, sean del siglo XIX, y se me antojan igualmente desfasadas para un siglo XXI que cada día muta más rápido: tanto, que en pocos años hará parecer al XX como apolillado y vetusto. Pero esto es tema para otro día, supongo.
.
El paro estructural, entonces, esa gente que va al almacén de desocupados y que ni siquiera se reúne porque, según pasan los meses, estar parado es una especie de estigma, de peste. Fantasmas con currículums que pesan más que las cadenas. Fantasmas que se aparecen por las oficinas del Inem. Pero los tecnócratas no creen en fantasmas, desde luego, esas historietas de viejas que se narran en voz baja junto al fuego. No hay nada más triste que ver a un parado mirar el fuego de una chimenea, chimenea que, quizá, arde gracias a los currículums, cuando los fantasmas se han hartado de llevarlos de ventanilla en ventanilla y los han echado a la hoguera, pensando quizá que sería mejor arrojarse a sí mismos a ella.