miércoles, 27 de junio de 2007

Nada

¿Cómo crees que debería acabar este relato? Yo aún no lo sé. Se admiten propuestas.
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No vio nada cuando abrió la puerta de su piso y se asomó al pasillo. No quiero decir que no viera la jardinera ni el felpudo que habitualmente había al salir del Cuarto C. Quiero decir que no vio nada. Ni ascensor, ni baldosas, ni techos, ni paredes. Porque no había nada. Y eso es lo que vio: una nada blanquecina que se extendía más allá de los límites de la puerta de su casa. Aturdido, extendió la mano como el que la extiende para notar las gotas de lluvia y cerciorarse de que está lloviendo. La nada era fría. Mala. Eso es algo que él sintió al primer contacto, de modo que dio un portazo y se quedó paralizado, quizá pensando que lo que acababa de ver no era verdad.

Después de respirar hondo durante unos instantes, se apostó en la puerta y aplicó el ojo a la mirilla, con la esperanza de verlo todo como habitualmente lo veía, cuando espiaba para ver pasar a la vecina de al lado. Pero la lente no le ofreció ese mundo oblicuo al que estaba acostumbrado. Lo que vio fue lo mismo que antes. La nada.

Así es como deben ver los ciegos, pensó. Y se retiró un par de pasos de la puerta, con las manos poseídas por un temblor e interpuestas entre la entrada y él. Y entonces, más asustado aún, comprobó que la neblina se estaba introduciendo a través de la rendija que quedaba entre la puerta y el suelo. Como un vapor, lenta pero eficaz, se introducía en su propia casa la Nada. Sí, será mejor empezar a nombrarla con mayúsculas, porque mayúsculo era el temblor que se instaló en el cuerpo al ver que en su propio hogar se colaba impunemente lo que al parecer ya se había hecho dueño del bloque. En un primer arrebato, arrojó el maletín del trabajo contra el suelo. ¿Sería esto capaz de detenerla? No, era evidente, y al ver que no, que en efecto la Nada se introducía de forma cada vez más copiosa, se dio la vuelta, tomó un abrigo del perchero y lo colocó a modo de precinto en la base de la puerta. Sus jadeos se confundieron con un silbido, el de la Nada, que se coló entre los pliegues del abrigo y siguió conquistando su piso.

Perdió toda esperanza de detenerla. La Nada conquistándolo todo.
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¿CONTINUARÁ?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La nada podría ser el humo del vecino. Eso le pega a este blog. JAJAJA.

Anónimo dijo...

La nada, ¿humo de la ventana del vecino? O.O xD

La nada es uno mismo, cuando deja de observar a los demás, para observarse a si.
Conocerse, para encontrarse a él y sus necesidades, y asegurarse de ser una necesidad.

Kosmonauta del azulejo dijo...

Yo no lo seguiría. Creo que merece un final abierto. Si quitas la última oración -porque es obvio que si no la detienes, la nada te conquistará- funciona como cuento.
Me dio una reminiscencia con "Casa tomada" (¿quién no ha tenido reminiscencias con semejante monstruito?).

"La nada es un cuento de infancia que se pone blanco cuando le falta el respiro"- Cernuda.

Ay, reminiscencias...

:)