martes, 28 de agosto de 2007

Primer plazo de la devolución del préstamo

Temprano comienza a hervir el arroz
de las pensiones de la calle Luna.
Madrid, plátano frito,
aquel año
una mujer y yo
paseamos por Argüelles
buscando la casa de las flores,
la casa de Neruda.

No había flores ya.
No había Neruda.
Pero eras una ninfa,
pero encontramos a Umbral
en el Parque del Oeste
firmando árboles.

Nos disfrazamos de fascistas
para engañar a los pájaros.
Defendimos Madrid en Cuchilleros,
por si pasaban (que pasaron),
vimos teatro
y Haro Tecglen nos bendijo,
todo muy laico, desde luego.

Qué impostura,
qué paseos en pijama
mientras Alberti moría en la primera de ABC.

Qué africana la Casa de Campo
cuando fumábamos negro
mientras alguien enterraba a alguien.
Qué versallesco el Retiro
donde los borrachos
decían haber sido mineros en Asturias.

¿Cuántas columnas guardamos,
manchando de tinta la ginebra,
aginebrando la prosa?

Qué cadáver exquisito,
mortal y rosa,
de pelo y bufanda blanca,
qué trilogía de sí
mismo
en Madrid.

Arde Grecia,
muere Umbral,

¿qué bailan los electrones?

jueves, 2 de agosto de 2007

Tocata y fuga

Lo suyo sería
que tú y yo huyéramos
(la familia, bien, gracias)
a un país
sin informativos.

Lo suyo sería
una parcela ovalada
en Saturno,
en un anillo,
donde yo contribuyera con más anillos
para el planeta:
anillos de humo;
una choza con piscina
y un perro al que alimentar
(aunque prefiero los gatos, ya sabes,
se lavan solos y con la lengua).

Lo suyo sería
no dejar rastro.
Sentarnos a orillas del Sena
a hablar de lo de los griegos,
tú con boina,
yo con vino,
Picasso con plastidecor.

Lo suyo habría sido
eso, aquello, lo nuestro.